jueves, 2 de abril de 2009

Las manifestaciones en la City de Londres



















2/04/2009
Londres, Reino Unido. - La mañana del miércoles, la City, como se le conoce a la zona financiera de Londres, tenía un aspecto diferente. Al caminar por sus calles principales, no se escuchaba el resonar de los tacones de las mujeres que salen de las estaciones de metro para correr a la oficina. En el cruce de los semáforos peatonales, tampoco se empujaban para pasar hombres trajeados y con corbata.
Como todos los días entre semana, había gente hablando por teléfono móvil o contestando correos en su Blackberry, mientras en su otra mano cargaba un vaso de Starbucks y sostenía el Financial Times con el antebrazo apoyado contra su cuerpo. Pero esa gente iba vestida de pantalones de mezclilla y una camisa arremangada y sin corbata. Otros vestían una camiseta con un saco informal encima.

La mayoría de los trabajadores de esta zona de la ciudad, habían decidido hacer caso a las recomendaciones de la Policía Metropolitana, que desde un par de semanas antes había sugerido acudir al trabajo con vestimenta informal. Así evitarían ser atacados por los manifestantes que amenazaban con “colgar a los banqueros de los postes”.

En lugar de los trajes, las calles de la City se inundaron de chaquetas de color amarillo fosforescente de los elementos de la Policía Metropolitana de Londres. Alrededor de las 8:00 horas, las entradas de las estaciones de metro de Liverpool Street, Moorgate, Cannon Street y London Bridge estaban vigiladas por grupos de 5 a 10 policías y frente a las puertas de las oficinas corporativas de bancos como el Royal Bank of Scotland, HSBC, NatWest y Abbey se habían instalado vallas metálicas. Los empleados no podían acceder a los edificios sin mostrar su identificación. Además, cada 10 o 15 metros, había una fila de más de 10 elementos policiacos parados sobre la acera vigilando a los transeúntes, tomando fotos a cualquiera que pareciera “sospechoso” y un helicóptero sobrevolaba los alrededores.

Los autobuses que normalmente llegaban repletos de oficinistas estaban vacíos, pues además de las recomendaciones sobre la vestimenta, muchas empresas pidieron a sus empleados salir más temprano de sus casas para evitar quedarse atorados en el tráfico que provocarían los dispositivos de seguridad.

Algunos comercios ubicados sobre las calles que formaban parte de la ruta de las manifestaciones, como tiendas de teléfonos móviles y ópticas, sellaron las ventanas y las puertas de los establecimientos con tablas de madera. La noche anterior, los basureros negros de metal que normalmente se encuentran en cada esquina habían sido retirados. No sólo había que cuidarse de los que vendrían a protestar. También había que evitar ataques terroristas.

A los alrededores del Banco de Inglaterra, la cantidad de policías era notablemente mayor. En todos los cruces peatonales había por lo menos 5 policías y en la azotea del Banco de Inglaterra deambulaban hombres con chalecos amarillo fosforescente que cargaban walkie talkies en la mano.

Las protestas

Los manifestantes comenzaron a arribar a los puntos de encuentro alrededor de las 11:00 horas. Los que quisieran protestar en contra de las Guerras en Iraq y Afganistán partirían de la estación de Moorgate; los que estuvieran en contra de la política ambiental, desde Liverpool Street; los que desearan levantar la voz contra los “crímenes financieros” desde London Bridge y los que quisieran conmemorar el 360 aniversario de la creación de los Diggers, una organización que buscaba justicia para las comunidades agrarias en el siglo 17, arrancarían desde Cannon Street.

Junto con los participantes de las protestas, llegaron camarógrafos, fotógrafos y reporteros. Desde las 9:00, los representantes de los medios de comuncación se comenzaron a instalar frente a las estaciones de metro desde donde partirían los protestantes y algunos fotógrafos se subieron a las estatuas y monumentos para sacar desde ahí sus fotos.

Los estudiantes universitarios como Toby de 23 años, Sophie de 21 y Claire de 28 años se sentaron en las escaleras de la salida de Bishop’s Gate de la estación de Liverpool Street a esperar que empezara a llegar más gente. Tomaron el tren la noche anterior desde Devon, una región al sur de Inglaterra, y llegaron la madrugada del miércoles a Londres. Toby traía la cara pintada con líneas azules alrededor de sus ojos, como formando dos cruces.

“Es para que sobresalga entre los demás manifestantes. Quiero que quede constancia de que estuve aquí, protestando en contra de las políticas ambientales que son poco realistas”, decía tranquilo, mientras voletaba a ver a sus dos compañeras.

“La mayoría venimos en paz y no tenemos la intención de pelear con policías o linchar banqueros”, explicó Claire, mientras se acomodaba sus rastas color rosa, azul, amarillo y verde.

En London Bridge, la cantidad de manifestantes que llegaron era mucho mayor que en Liverpool Street, Cannon Street y Moorgate, y para las 11:15, era imposible pasar sin chocar con la gente. Entre los que se habían dado cita frente a esta estación, estaban “Los Anarquistas”, vestidos todos de negro y con el rostro tapado con bufandas. Sólo sus ojos estaban destapados.

De acuerdo con los diarios británicos y londinenses, tras una rigurosa investigación que incluía el monitoreo de páginas de redes sociales como Facebook y Twitter, la Metropolitan Police había detectado que “Los Anarquistas” tenían intenciones de realizar actos violentos, como ataques contra las instalaciones bancarias y elementos policiacos.

Las participantes comenzaron a avanzar alrededor de las 11:30 desde los cuatro puntos, mientras gritaban consignas contra los banqueros y los líderes del G20 que se reunirían al día siguiente en el centro de exposiciones Excel, al sureste de la ciudad.

Los cuatro grupos comenzaron a llegar alrededor del mediodía frente a las instalaciones del Banco de Inglaterra. La gente bailaba y cantaba y caminaba cargando pancartas con sus demandas.

Trabajadores de la City se asomaban desde las ventanas de los edificios y algunos decidieron salir a las calles a observar.

Para Daria de 27 años, ex empleada de Lehman Brothers que tras ser despedida consiguió trabajo en una firma de corredores de bolsa, la mayoría de los que protestaban eran “hippies y gente que decidió tomarse el día libre de sus trabajos para pasarla bien”.

“Ellos gritan y gritan que los banqueros y los trabajadores de las empresas financieras han provocado la crisis. No niego que sea cierto, y por lo mismo no estoy en contra de las protestas, pero lo que no se ponen a pensar es que nosotros fuimos los primeros en sufrir las consecuencias.

“El año pasado yo trabajaba en Lehman Brothers como analista financiera y en cuanto la empresa se declaró en quiebra, fui despedida y me tuve que dar a la tarea de buscar trabajo”, contaba mientras fumaba un cigarrillo y observaba con los brazos cruzados a los manifestantes.

Otros, como Chris de 25 años, decidieron venir sólo a ver y a tomar fotos.

“Yo no trabajo en la City. Soy médico y mi despacho está en Picadilly. Vine a ver la marcha, porque creo que es algo histórico y no me lo podía perder. Además, me gusta la fotografía, así que estoy viendo qué fotos interesantes puedo tomar.

“Yo sí creo que esto puede ponerse violento. En cuanto la gente comience a darse de empujones con los policías, yo me voy”, cometaba mientras miraba desde atrás de la valla humana que empezaban a formar los elementos policiacos.

Los enfrentamientos

Alrededor de las 12:10, los policías avisaron a algunos representantes de los medios de comunicación y a la gente que estaba cerca de ellos que, si querían salir de la zona en la que estaban congregados los manifestantes, tenían que hacerlo ya. Cinco minutos después, las camionetas que estaban estacionadas en las calles que rodeaban la zona del Banco de Inglaterra comenzaron a moverse, y los elementos anti – disturbios descendieron de ellas.
A los pocos minutos, empezaron los gritos.

“¡Move, move, move!”, decían los uniformados que formaban filas en las calles para impedir el paso de los manifestantes, de los curiosos y de los periodistas.

Al principio, los policías que estaban caminando entre la gente se sorprendieron ante los gritos de sus compañeros, pero poco a poco se movieron hacia donde estaban sus colegas. En menos de cinco minutos, todas las calles por las que se podía caminar hacia el Banco de Inglaterra estaban bloqueadas por filas de chaquetas amarillas.

Los empleados de la zona, que habían bajado a ver la marcha, se mostraban nerviosos por el encierro.

“Necesito volver a mi trabajo, déjeme pasar, yo no vine a protestar”, decía una mujer que cargaba un vaso con café y un sándwich a medio comer. Le pidieron la identificación de la empresa en la que laboraba y después de revisarla, le permitieron salir.

Aprovechando el hueco que se había abierto, varios trabajadores abandonaron el cerco, hasta que de nuevo, se cerraron las filas y se prohibió la salida de cualquiera que no portara una identificación demostrando que trabajaba en la City.

Cada 10 minutos, se escuchaba un grito generalizado de “¡Move!” y los policías daban un paso hacia delante. Cuando una mujer mayor, que traía colgada una pancarta pidiendo acciones contra el cambio climático, se acercó a un uniformado para pedirle que la dejara salir, recibió un empujón y un, “You can not go out”. Extrañada por el trato, pero sin ganas de seguir insistiendo, decidió caminar hacia donde estaban congregados los demás.

Cada vez el cordón humano que habían formado los elementos de seguridad se acercaba más a los que habían acudido a la marcha.

No todos reaccionaron pacíficamente a esta estrategia conocida como “kettle” que consiste en el arrinconamiento de los manifestantes y que, de acuerdo con los medios británicos, ha sido utilizada por la Policía Metropolitana en manifestaciones anteriores.

Miembros del grupo autodenominado como “Los Anarquista”, se resistieron a alejarse de los policías que arrinconaban a los manifestantes y recibieron macanazos.

“Como puedes ver, me dieron un golpe en la nariz y me rompieron un diente”, explicaba Thomas de 19 años a una reportera que le preguntaba qué le había pasado.

“Creo que me rompieron la nariz. Cuando acabe todo esto, iré al hospital. Lo peor de todo es que no hicimos nada. Sólo nos paramos cerca de ellos. Yo tenía las manos levantadas en señal de paz, y me gané unos macanazos. Hay otros que andan por ahí y que traen sangrada la frente y la cara. Ni siquiera nos dejan salir para ir a limpiarnos”, decía con un tono de resignación.

Las calles estuvieron bloqueadas alrededor de 4 horas, y ante la imposibilidad de utilizar sanitarios, unos cuantos decidieron orinar en las puertas del Banco de Inglaterra y en las escaleras que conectaban con la estación del metro de Bank, cuyas puertas estaban también cerradas.

Aprovechando el clima cálido y soleado, algunas mujeres decidieron quitarse sus blusas y se acostaron a tomar el sol en sostén. Otros, se pusieron a bailar al son de música latina que salía de las bocinas que había instalado el grupo de los ambientalistas. Otros, prendieron churros de mariguana.

Con mensajes de texto a teléfonos móviles, algunos recibían noticias de lo que estaba pasando fuera del cordón policial. Fue así como se enteraron de que, un grupo de manifestantes que se había quedado cerca de la estación de Liverpool Street, había destruido las instalaciones de una de las sucursales del Royal Bank of Scotland.

Alrededor de las 16:00 horas, el encierro terminó. Comenzaron a dispersarse los policías que estaban bloqueando algunas calles y la mayoría decidió volver a sus casas. Algunos se metieron a los baños de los McDonalds para irse a lavar las heridas.
Sin embargo, no todos decidieron poner fin a sus protestas y unos cuantos se quedaron y comenzaron a lanzar objetos como botellas vacías o con agua, periódicos y piedras a los uniformados que los habían tenido encerrados por tantas horas. Como resultado, los elementos de seguridad volvieron a cercar a varios participantes que, de acuerdo con los medioslocales, estuvieron sin poder salir de la nueva barrera hasta alrededor de las 20:00 horas.
El único fallecido durante las protestas fue uno de los que se quedó en estas protestas. Según las notas publicadas al respecto, Ian Tomlinson de 47 años, falleció alrededor de las 19:25 horas del miércoles. Si bien los primeros reportes policiales indicaban que el hombre había fallecido por un ataque cardiaco, de acuerdo con información recabada por la Comisión Independiente de Quejas Policiacas (IPCC por sus siglas en inglés), Tomlinson fue golpeado en la cabeza por elementos de la Metropolitan Police y como resultado cayó al piso y falleció. Las investigaciones entorno a este caso aún continúan.

El jueves, la City estaba otra vez llena de hombres con corbata y traje, y mujeres ataviadas con tacones, faldas y sacos. Las calles lucían igual que cualquier otro día. Para muchos, las manifestaciones del día anterior, fueron sólo un motivo de distracción y un buen pretexto para poder trabajar con pantalones de mezclilla.

2 comentarios:

David dijo...

Más allá de la protesta, me cuesta tanto imaginar a los empleados de la City en mangas de camisa, con jeans y sin sus clásicos trajes de 800 euros. ¿Recuerdas cuando 'trabajamos' ahí?

David dijo...

te he estrañado, publica màs!!!

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