lunes, 4 de mayo de 2009

De la influenza y peores males

Recuerdo bien a la presentadora de noticias de la BBC y su insistencia en tratar de explicar los decesos por influenza porcina (ahora llamada A/H1N1) en la Ciudad de México. Le preguntaba una y otra vez al experto epidemiólogo las razones de por qué en México se habían dado tantos decesos (en ese momento se creía que habían 150) mientras que en otros países no había hasta ese momento ningún fallecimiento atribuible al virus.

El especialista, por supuesto, no supo qué responder y dio razones vagas e imprecisas y dijo que no quedaba claro si las condiciones de la Ciudad de México hacían al virus más agresivo. Que al final y al cabo al ser una nueva cepa, no se sabía bien cómo actuaba.

Lo que tampoco sabíamos, aunque de alguna manera lo intuíamos, era qué tan ineficientes y negligentes habían sido las autoridades sanitarias mexicanas en el manejo de esta crisis.

Conforme pasan los días se van destapando hechos que dan respuesta a las preguntas que hacía ese día la presentadora de la BBC y que los periodistas en México hicieron al Secretario de Salud, José Ángel Córdova en una conferencia de prensa que tuve la oportunidad de seguir por internet. ¿Por qué se muere tanta gente en México a consecuencia de la influenza porcina?

De acuerdo con notas publicadas por Reforma y por El País, el personal de los hospitales públicos en México se negó a atender a los pacientes que se presentaban con cuadros clínicos con evidencia de contagio con el virus A/H1N1.

En una nota publicada por Margarita Vega en la sección Nacional de Reforma, el pasado 27 de abril, un residente de la especialidad de Urgencias se quejaba amargamente de la gente que iba al hospital a revisarse, a pesar de que muchos de ellos tenían sólo “una simple gripa”.

Me imagino perfectamente la actitud déspota de las enfermeras que se negaron a tratar a Óscar, el niño de 5 años 7 meses, que según Pablo Ordaz de El País falleció por negligencia del personal de la clínica 11 del Seguro Social.

Las fotos que aparecen de la Ciudad de México desierta y sus habitantes ataviados con los tapabocas azules hacen pensar en una epidemia mortal incontrolable. A mi parecer, en el fondo toda esta gente que sale con su tapabocas azul, incluidas mí hermana y mi sobrina, se cubren no sólo por miedo al virus, sino también porque saben que en caso de ser contagiados con el A/H1N1 existe la posibilidad de caer en manos de algún negligente que no querrá tratarlos adecuadamente. Si no cuentan con los recursos para acudir a un hospital privado, esa posibilidad aumenta sustancialmente.

Mi prima me preguntó hace unas horas si en Londres también estábamos todos cubiertos con tapabocas para evitar un posible contagio. No. En Londres nadie trae tapabocas ni está paranoicamente lavándose las manos cada 3 minutos ni evitando saludar de beso o de mano. Por experiencia personal puedo decir que el sistema de salud en Londres no es el mejor que he conocido, pero tampoco deja ir a las personas sin antes hacerles numerosos exámenes y asegurarse de que el paciente en efecto no sufre más que de una “simple gripa”.

Las crisis ponen a prueba a los países y su capacidad de dar respuesta a las situaciones de emergencia. En México nos hemos acostumbrado a las malas respuestas que el Gobierno da ante las crisis económicas y políticas, pero no estábamos seguros de cómo reaccionarían ante una crisis sanitaria. Lamentablemente, ahora sabemos que su respuesta no ha sido mejor.

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