lunes, 8 de febrero de 2010

Mi visita a The Guardian

En febrero del 2004, cuando decidí renunciar a mi puesto de reportera de la Sección Nacional del Periódico Reforma, le anuncié a mi ahora ex jefe que me iba con el fin de buscar una beca para estudiar un postgrado en Londres. Mi ex-jefe, que toda su vida ha sido periodista, me recomendó que cuando tuviera la oportunidad visitara la redacción del periódico The Guardian. "Siempre he querido visitarla. Si puedes date una vuelta y me cuentas", me dijo.

Desde que llegué a Londres en septiembre del 2006, nunca dejé de tener presente su "encargo". Sin embargo, no fue sino hasta hace unas semanas que logré visitar la redacción del diario que fue fundado en la ciudad de Manchester en 1821.

En realidad todo sucedió como consecuencia de casualidades y charlas sobre mis deseos de volver a trabajar en un medio impreso.

El pasado diciembre, tras haber filmado un segmento para un programa de televisión japonés en Brighton, Tony - sobre quién hablé en un post pasado - y yo, comenzamos a charlar mientras esperábamos el "Fish and Chips" (pescado empanizado con papas fritas) que ordenamos para comer en el único local abierto frente al mar. Si bien el lugar estaba vacío, nos sentamos en la estrecha barra de madera con vista hacia el mar. El color del océano, que alcanzábamos a ver de la ventana algo empañada por el calor, era gris por el reflejo del cielo nublado de invierno. El pequeño restaurante atendido por un hombre panzón, calvo y sonriente, olía a aceite y pan quemado y mientras tomábamos un té con leche, comencé a contarle a Tony sobre mis experiencias laborales antes de llegar a Londres. La última vez que nos habíamos visto, él me había contado sobre sus aventuras con Jeremy Paxman y sus inicios como camarógrafo y ahora era mi turno.

Mientras degustábamos uno de los Fish and Chips más sabrosos que he probado, comencé a repasar en voz alta mis memorias de mi paso por Reforma y la Secretaría de Economía. Se hacía tarde y necesitábamos partir a Londres, así que tras pagar la cuenta, continuamos la charla en el auto de Tony.

Mis historias no eran tan emocionantes como las de él, pero me escuchaba atentamente mientras manejaba sobre las carreteras planas de Inglaterra. (Para poder manejar por curvas hay que subir hasta Escocia o a la zona del Lake District.) El rechinar de los limpia parabrisas y la música de Joshua Radin acompañaban nuestra charla. Cuando terminé de contarle mis vivencias, me dijo entusiasmado que conocía a alguien en The Guardian y que me lo podía presentar. Me aclaró en ese mismo momento que no sería para darme trabajo (desafortunadamente), pero que una visita guiada era totalmente posible. Recordé la sugerencia de mi ex jefe y acepté de inmediato. Además soy lectora de The Guardian y siempre había tenido la curiosidad de visitar una redacción británica.

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Bill (el amigo de Tony) y yo tardamos un par de meses en ponernos de acuerdo sobre la fecha de mi visita a la redacción. Al ser editor y coordinador de corresponsales internacionales, se le dificultaba encontrar un día entero que pudiera dedicar a mostrarme el nuevo edificio de The Guardian en York Way, cerca de la estación de tren y metro de King's Cross. Sin embargo, el pasado 21 de enero, los dos conseguimos encontrar un espacio libre y quedamos de vernos a las 13:00.

Contrario al viejo edificio del periódico que estaba en la zona de Farringdon, cerca de la zona financiera de Londres, y que parecía un bloque de concreto y ladrillos, el nuevo edificio es moderno y con paredes de cristal. Para llegar a la recepción se deben de tomar unas escaleras eléctricas y pasar por una sala de exposiciones de arte. Si no fuera por las letras grandes que forman los nombres “The Guardian” y “The Observer” colocadas al lado de las pinturas y esculturas, sería difícil adivinar que tras los cristales en forma de curvas se esconde una redacción.

Bill cruzó la puerta unos minutos después de las 13:00. Por su tono de voz lo imaginaba más joven. Se podría decir que es un típico hombre británico de 40 y tantos años. Calvo, alrededor de 1.80m de estatura, con algo de sobrepeso, y tez blanquísima y con pecas. También como la mayoría de los británicos que he conocido, es cordial y amable en su trato.

Sonriente en todo momento, me mostró los dos pisos que conforman la redacción del diario que se define como de centro – izquierda en su tendencia política. Mi primera impresión fue que todo era muy similar a lo que vi en Reforma, a diferencia de que todos los reporteros utilizan unas Mac que normalmente se destinan para diseño gráfico. Después de unos minutos entendí por qué. Si bien hay diseñadores tanto para la versión impresa como para www.guardian.co.uk, los reporteros en este diario deben escribir siempre dos versiones de sus notas: una para el impreso y otra para la página de internet. Cuando escriben sus notas para la página web, introducen directamente su texto en una página prediseñada.

La redacción lucía vacía. No esperaba lo contrario, pues lo mismo sucedía en el periódico que trabajé por dos años y medio. Muy pocos estábamos en nuestros escritorios antes de las 4 de la tarde.

También al igual que en Reforma, había estudios de radio y de televisión, pero acá había tres estudios de TV y dos de radio, así como salas de edición de audio y de video. También nos asomamos por la bodega donde almacenan los equipos de video, con cámaras Z1 y Z7 de Sony que les entregan junto con una laptop a los reporteros que se van a cubrir eventos o guerras al extranjero.

“Un periódico ya no puede pensar únicamente en los textos que les envían sus reporteros. Cuando enviamos a nuestros reporteros a cubrir eventos grandes como las elecciones en Afganistán, los mandamos casi siempre con una cámara que deben de llevar con ellos. Deben hacerla de reporteros y camarógrafos”, me explicó mientras pasábamos detrás de los pocos reporteros y diseñadores que estaban escribiendo algún reportaje que se publicaría el fin de semana.

Pasamos también frente a una pizarra donde estaban pegadas todas las páginas que serían publicadas en The Observer del 24 de enero. La mayoría ya se habían enviado a la prensa – ubicada en la zona de los Docklands, al este de Londres – y sólo algunas lucían huecos blancos que serían llenados el sábado por la tarde o noche. Cuando adquirí The Observer ese domingo, abrir sus páginas me revivió la seguridad de saber lo que estaría publicado ese día. Ya hacía unos 6 años que no abría un periódico con esa sensación en mente.

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La visita a The Guardian no sólo me sirvió para recordar mis días como reportera y mis días en la redacción de Reforma. También me ayudó a reconsiderar las rutas a seguir si decido reinsertarme en el mundo del periodismo escrito.

Charlando con Bill llegamos a la conclusión de que, para poder trabajar en un periódico grande e importante como The Guardian, saber escribir bien es tan sólo una pequeña parte de las habilidades que se requieren hoy en día. Dado que, aún en un periódico, la información debe ser distribuida por internet, con audios y con video, lo ideal es tener conocimiento de programación de web, de manejo de software de edición de audio y saber utilizar una cámara que antes sólo se atreverían a tocar los camarógrafos preparados.

Pese a mi pasión por las crónicas y los reportajes largos, de acuerdo con Bill, en el Reino Unido la tendencia de los medios impresos va más hacia los reportajes multimedia, que junto con un texto claro, conciso y de buena calidad, esté un video o un gráfico que ayude a digerir más pronto la información.

La idea de la información multimedia no es algo totalmente nuevo para mí, pues en Reforma, a través de reforma.com se hacían esfuerzos en ese sentido. La diferencia ahora es que, a consecuencia de los recortes y la escasez de fondos, la labor se le va encomendando cada vez más a una sola persona. Ahora al salir a cubrir un evento o un accidente o un fenómeno natural, el reportero no sólo debe pensar en el ángulo de la nota, sino en cómo colocar la cámara, en si el audio es de buena calidad e incluso, a veces, cómo acomodará todo en una misma pantalla.

La crisis no sólo se refleja en que los reporteros la tienen que hacer de camarógrafos o fotógrafos. También ha resultado en recortes en personal que llevó a The Guardian y The Observer a despedir más de 150 trabajadores en el 2009. Incluso corre el rumor de que The Observer se convertirá en una edición mensual o desaparecerá muy pronto por falta de fondos.

La situación de los periódicos en el Reino Unido no es tan desesperanzadora como en Estados Unidos, pero Bill me confesó que en el 2010 no habrá nuevas contrataciones.

A pesar de esto, al caminar por los pasillos de The Guardian queda poco espacio para la duda sobre su importancia en la opinión pública del Reino Unido, Europa y del resto del mundo. Estar dentro de la redacción de un periódico así, me hizo sentir afortunada, y no pude evitar añorar reportear y escribir para un periódico como éste.

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