martes, 25 de mayo de 2010

Un día con los indígenas británicos

La siguiente crónica fue escrita como parte del Taller de Periodismo Narrativo impartido por el cronista chileno, Juan Pablo Meneses. El texto fue publicado en la página electrónica de la revista Etiqueta Negra. (http://etiquetanegra.com.pe/blog/periodismoportatil/)


UN DÍA CON LOS INDÍGENAS BRITÁNICOS


Por Hanako Taniguchi Ponciano


Los miembros del Partido Nacional Británico se han adjudicado la misión de defender los derechos de los llamados “indígenas británicos”. Pese al rechazo que han generado en la opinión pública británica y europea, el número de votantes que les dan su apoyo va en aumento.

Para asegurarse de sus orígenes, Simon Darby decidió hacerse una prueba de ADN. Los resultados le confirmaron que podía seguir definiéndose como un “indígena británico”. De acuerdo con los análisis realizados en un laboratorio del Reino Unido, sus antepasados eran vikingos, celtas y anglosajones y en el árbol genealógico de su familia nunca se ha mezclado sangre “no europea”.

Su tez blanca llena de pecas, sus ojos azules y hundidos, sus brazos velludos y su complexión media y de estatura más bien baja, hacen difícil confundir a este hombre de 46 años con un africano, un asiático o un latinoamericano. Sin embargo, para el vicepresidente y vocero del Partido Nacional Británico (BNP por sus siglas en inglés) fue de fundamental importancia contar con evidencia científica que lo respaldara como representante legítimo en la defensa de los intereses de los habitantes originarios de esta isla.

Darby presume ser uno de los pocos defensores de las antiguas tradiciones británicas. Para él y sus compañeros de partido es inaceptable que cada día cierren más pubs y que en su lugar se construyan mezquitas; que en algunas escuelas de Londres, el 70% de los alumnos no hablen el inglés como lengua materna; y que en los hogares se consuman cada vez más platillos de origen oriental.

Al igual que varios miembros del BNP, él es un personaje polémico. La revista inglesa Searchlight publicó en abril del 2009, una fotografía del vocero del BNP haciendo un saludo nazi durante un evento organizado por el partido ultraderechista italiano Forza Nuova.

Sentado en una de las sillas que acomodó para nuestra charla en las oficinas del partido en la Alcaldía de Londres, lo primero que me confiesa es que de unos años para acá, siente miedo al caminar por las calles. Sin importar que en los escritorios que están sólo a unos metros de nosotros se alcanzan a ver secretarias con tez morena y cabellos rizados, e incluso una joven con una pañoleta negra que cubre sus cabellos, se inclina hacia mí y me dice que en las ciudades grandes y llenas de inmigrantes como Londres y Birmingham, la mayoría de las víctimas de los crímenes son de piel blanca.

Pese a que según cifras oficiales, más del 92% de la población en el Reino Unido es de origen anglosajón, Darby asegura que en unos 30 años los blancos serán minoría. Dice que de no tomar acciones para detener la llegada de extranjeros, los indígenas británicos habrán perdido todos sus derechos y beneficios.

De acuerdo con el último censo realizado por el gobierno británico, la minoría étnica más grande es la de los indios, que constituyen el 1.8% de la población. Le siguen los paquistaníes que representan el 1.3% y los británicos mixtos que alcanzan el 1.2%.

Si bien la Oficina Nacional de Estadísticas reportó que 427 mil extranjeros salieron del país en el 2008 - el número más alto de emigrantes en los últimos cinco años - el BNP prefiere ignorar éstos datos.

Sus principales propuestas son: la deportación de los más de 2 millones de inmigrantes ilegales; la expatriación de todos los delincuentes cuyo origen no sea británico (aunque ya hayan nacido aquí y tengan la nacionalidad); el ofrecimiento de subvenciones monetarias para promover que los residentes no - británicos salgan del país definitivamente y rechazar todas las solicitudes de asilo político.

Por los estatutos abiertamente racistas y las cláusulas que imposibilitaban la entrada de no – blancos a las filas del partido, una corte civil sancionó legalmente al BNP en el 2009 y le prohibió registrar a nuevos miembros hasta que no modificara su plataforma.

Darby me dice orgulloso que hay más de 6 mil británicos en espera de ser registrados. De nuevo con una sonrisa, me recuerda que el BNP obtuvo el 6% de los votos en las elecciones locales y europeas del 2009 – 943,598 votos en total-. Dado el creciente apoyo que han recibido en el municipio londinense de Barking y Dagenham, el BNP lanzó a su líder, Nick Griffin, como candidato a representante parlamentario por este distrito electoral en las elecciones generales a celebrarse el 6 de mayo del 2010.

Le propongo acompañar a Richard Barnbrook, concejal del BNP en Barking y Dagenham, durante un día para comprobar yo misma este creciente apoyo.

***

Sábado, 11:00 am, estación de Becontree, Barking y Dagenham, Londres

Esta zona al este de Londres, donde el BNP ha ganado cada vez más votos, no es diferente al resto de los barrios de la ciudad. Las calles principales están llenas de tiendas de comida rápida que venden pescado empanizado y patatas fritas, kebabs y hamburguesas, alguna que otra panadería y tiendas de indios o paquistaníes que venden cervezas, vinos y comida enlatada. Un sábado a las 11 de la mañana como hoy, uno se cruza con mujeres robustas, de origen africano que caminan con bolsas del supermercado en una mano, mientras tiran la mano de sus hijos con la otra; con hombres delgados y vestidos de blanco, que andan silenciosos, casi tímidos, con un gorro pequeño en la cabeza y que cargan el Corán y con adolescentes que pese al frío salen sólo vestidos con una camiseta sobre unos pantalones de mezclilla que les quedan tan grandes que van arrastrándolos por el suelo. Entre ellos hay también algunos obreros de tez blanca, vestidos con pantalones obscuros llenos de polvo y manchas de pintura, pero es imposible saber a primera vista si son polacos o ingleses.

Unos 30 minutos después de las 11:00, Richard Barnbrook desciende de un Toyota color plateado tras besar en los labios a una mujer de unos 40 años, de cabellera rubia y larga y de cara pálida. Barnbrook, de 49 años, es un hombre alto y rubio con un corte de cabello estilo militar, que se peina con gel como formando picos hacia arriba. Pese a que ayer nevó todo el día y que las aceras están cubiertas todavía de nieve y hielo, sólo viste un traje sastre beige que adorna con un pin con el escudo del municipio y una corbata dorada. Sus manos rojas y resecas no llevan guantes.

Me acerco a saludarlo, y los tres hombres que estaban también esperando su llegada se me quedan mirando fijamente. Lucen confundidos hasta que Barnbrook les explica que los acompañaré en su jornada sabatina de repartición de volantes por las calles del barrio de Creekmouth.

Bob Bailey - un hombre de unos 50 años, de espalda ancha, de ojos cafés claros y vestido con una chaqueta roja y un gorro negro - que también es concejal de éste municipio, en lugar de saludarme cruza los brazos y comienza a interrogarme sobre mis orígenes y mi estatus migratorio en Londres.

-¿Por qué tienes un nombre japonés y nos dices que eres mexicana?

-Mi padre es japonés y mi madre es mexicana. Yo nací en México.

-Y, ¿qué haces en Londres? ¿Has venido únicamente a investigar sobre el BNP o vives aquí?

-Vivo en Londres desde hace tres años.

-¿Trabajas?

-Sí, trabajo.

-¿Legalmente? Es decir, ¿tienes permiso de trabajo?

-Claro. La empresa en la que trabajo me lo tramitó.

El interrogatorio que todos escuchan con atención es interrumpido por la llegada de un Mondeo azul que se detiene frente a la estación. De él, baja otro hombre blanco, con cabello muy corto y canoso y saluda a todos de mano. Bailey le explica que yo me iré en el auto con ellos. El conductor lo mira desconcertado, pero me abre la puerta trasera de lado derecho.

Como no cabemos los seis, Barnbrook camina hasta su casa, que está a unas cuadras de la estación. Nosotros lo seguimos en el auto. En el trayecto, las preguntas sobre mi estancia en este país son sustituidas por explicaciones sobre la ideología del BNP. Matthew - un hombre robusto, de 32 años, de cabello castaño, y por supuesto de tez blanca, que está sentado junto al conductor - me trata de explicar que en realidad no son tan racistas como los medios se han encargado de señalar.

-Por ejemplo, yo tengo una novia peruana.

-¿Y ella sabe que vienes a repartir volantes del BNP todos los sábados?

-Claro. Nuestras demandas y políticas no son diferentes a las de los descendientes de los Incas en Perú. Ella entiende que los indígenas deben proteger sus intereses porque son los habitantes originarios y los inmigrantes no tienen ningún derecho a acabar con nuestras tradiciones.

La conversación se detiene cuando el auto se estaciona frente a la casa de Barnbrook. El concejal que antes de ingresar al BNP fue miembro activo del Partido Laborista por más de cinco años, tiene dos grandes banderas colgadas al lado de la entrada de su casa: la de Gran Bretaña y la de Inglaterra. Además, junto a las ventanas del segundo piso, está pegada una manta de 2 x 2 metros con el logo del BNP.

Barnbrook se acerca al auto, y tras revisar el mapa, subraya las calles que se cubrirán hoy. El conductor, Robert, abre la cajuela del auto y saca bolsas de plástico que reparte a los presentes, seguidas de folletos que introducen en las bolsas antes de iniciar el recorrido a pie. Los folletos tienen impresas fotos de los concejales del BNP en la zona –el partido obtuvo 12 de los 15 puestos disponibles en las elecciones locales del 2004 – y las acciones que hasta ahora han implementado. En la contraportada del folleto de cuatro páginas, hay una caricatura de la representante parlamentaria del Partido Laborista, Margaret Hodge, que la muestra entregando llaves de casas a musulmanes y africanos. La caricatura la titulan: “La realidad detrás de los problemas de vivienda en Barking y Dagenham”.

***

Sobre las principales calles de Creekmouth, se asoman edificios de interés social que son grandes y viejos, y cuyas paredes están pintadas de azul, rojo o verde obscuro. Tienen también unas cuatro o cinco filas de pequeñas ventanas empañadas por la mugre y el calor dentro de los departamentos, y se alcanzan a ver adornos navideños. Aunque en la pared junto a las entradas hay paneles con números para introducir los códigos de seguridad, las puertas están abiertas. Las teclas están llenas de polvo como si hace mucho ya nadie las utilizara.

Yo sigo a Barnbrook que se desvía hacia una calle que da a una zona con casas del mismo color y con exactamente la misma fachada. Barnbrook abre las pequeñas puertas de metal que dividen a la acera del jardín y comienza a introducir los volantes por los orificios para el correo que hay en las entradas.

Cuando va por la quinta casa, un hombre de unos sesenta años, robusto, alto, blanco y con lentes gruesos, le reclama molesto que ha olvidado cerrar la puerta de metal. Cuando Barnbrook voltea, el hombre se da cuenta de que es un folleto del BNP, se disculpa y le levanta el dedo gordo de la mano derecha para mostrarle su apoyo. Barnbrook sonríe con satisfacción y continúa con su trayecto. Me mira de reojo para comprobar que fui testigo de lo sucedido.

Amas de casa que le gritan desde lejos a Barnbrook para que vuelva y se tome un té con ellas, y hombres acompañados de su esposa e hijos que lo ven repartiendo desde sus autos y le tocan el claxon para saludarlo, son algunas otras escenas que ocurren mientras caminamos. Aunque siempre los que lo saludan y lo felicitan son británicos blancos, los africanos u orientales que ven los folletos no salen a reclamar nada.

Después de tres horas y más de 500 folletos repartidos, los seis nos reunimos frente a un pub cuyas puertas y ventanas están selladas con tablas de madera pintadas de azul turquesa. Son cerca de las 15:30, pero ya comienza a obscurecer y nos frotamos las manos mientras esperamos a que Barnbrook termine de escribir los nombres de las calles recorridas en una libreta.

Nos empezamos a despedir y no puedo evitar pensar que represento muchas de las cosas contra las que ellos están luchando.

2010 podría ser un año clave para el BNP. Si las tendencias se mantienen como hasta ahora – con cada vez más votantes y más miembros - tal vez logren tener al primer representante “indígena” en el Parlamento. Aunque, a diferencia de lo que esto implicaría en países latinoamericanos, su presencia será poco celebrada dentro y fuera del Reino Unido. 



NOTA:
Este texto fue escrito antes de la celebración de las elecciones generales en el Reino Unido. Contrario a lo pronosticado, los resultados electorales en el municipio de Barking y Dagneham fueron desfavorables para el candidato del BNP, Nick Griffin. El partido perdió también más de 12 asientos en el consejo local que dominaban desde el 2004.

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jueves, 13 de mayo de 2010

Las alianzas y el nuevo gobierno británico

Cinco días después de haberse celebrado las elecciones generales en el Reino Unido, finalmente se oficializó la alianza entre el Partido Conservador y el Partido Liberal Demócrata. Fueron cinco días llenos de incertidumbre en los que los liberales demócratas parecían estarse moviendo como un péndulo entre los tories y los laboristas. Sin embargo, el martes por la noche Gordon Brown renunció a su puesto de Primer Ministro y fue a despedirse de la reina. Acto seguido, David Cameron, líder de los conservadores, se presentó ante la monarca y le pidió su venia para convertirse en el nuevo Primer Ministro.

Pese a los esfuerzos de Gordon Brown por intentar una alianza con los liberales demócratas, parece ser que las negociaciones nunca se concretaron. Cuando el lunes por la noche, Brown anunció por primera vez la posibilidad de dimitir a su puesto, explicó que lo haría con el fin de promover que las negociaciones entre los laboristas y liberales demócratas avanzaran sin obstáculos. Estas declaraciones generaron especulaciones en los medios de comunicación y alguna que otra declaración de descontento por parte de los conservadores que sospechaban que el líder de los liberales demócratas, Nick Clegg, y su equipo estaban negociando secretamente con Brown. Todo parece indicar que tan sólo fue una estratagema del ex Primer Ministro para que los liberales demócratas consideraran seriamente la posibilidad de unirse con los laboristas, asunto que no sucedió.

Contrario a lo que buscaba obtener, con sus declaraciones desesperadas Brown ayudó a que los liberales demócratas consiguieran ofertas mucho más jugosas de los conservadores. Al verse ante la posibilidad de perder una alianza que les daría la mayoría absoluta, los tories ofrecieron a los correligionarios de Clegg la celebración de un referéndum sobre el sistema  electoral británico; desistieron en su propuesta de disminuir los impuestos a las herencias y les ofrecieron ocupar puestos en el gabinete. Sería un gobierno de coalición completo.

La del martes fue una larga noche para los liberales demócratas. Tras haber recibido ya las ofertas formales por parte de los conservadores, convocaron a sus futuros miembros del parlamento (MP) y figuras claves del partido para poner a votación la alianza. Por reglas internas del partido, un líder debe contar con el apoyo de la mayoría de los MPs al momento de tomar decisiones cruciales para los liberales demócratas. Así que Clegg y su equipo de negociadores se dieron a la tarea de informar bajo qué términos se daría este gobierno de coalición en el que Clegg sería nombrado Vice Primer Misnitro. De acuerdo con columnistas políticos, la reunión se extendió hasta la 1 de la madrugada del miércoles pero no hubo mayor problema para que la alianza fuera autorizada.

Antes enemigos, ahora, ¿amigos?

El miércoles por la mañana, circulaban ya fotos de David Cameron y Nick Clegg parados frente al número 10 de Downing Street. Los dos aparecían sonrientes y su lenguaje corporal mostraba seguridad y comodidad.

Cuando a las 14:20 dio inicio la primera conferencia de prensa conjunta de los flamantes Primer  Ministro y Vice Primer Ministro, habían muchas especulaciones sobre cómo sería la relación de poder entre los dos. Resultó ser que al ser de la misma edad – Clegg es tan sólo tres meses mayor que Cameron – y provenir de familias acomodadas, los dos personajes tienen aires muy parecidos. Fuentes cercanas a los dos líderes habían señalado que desde antes la relación entre los dos había sido cordial, hecho que se vio reflejado en la conferencia de prensa. Los líderes se mostraron relajados y hasta hubo espacio para las bromas.

Los twitteros políticos comenzaron a lanzar comentarios como: ¿qué es esto, una pareja de comediantes?

Los integrantes de éste gobierno de coalición están tan seguros de que su alianza será duradera que, dentro de las medidas a implementar, está la de mantener el mismo parlamento por lo menos por los próximos cinco años. Para poder disolverlo antes de ese tiempo, el 55% de los MPs deberán respaldar la decisión.

Si bien no se descartan fricciones entre las dos fracciones de éste nuevo gobierno, todo parece indicar que por el momento las cosas se han solucionado de manera conveniente para ambos lados.

Aún cuando lo puestos clave de nuevo gabinete fueron asignados a los conservadores más cercanos a Cameron, los liberales demócratas lograron obtener puestos con importancia considerable. He aquí la lista del nuevo gabinete.

Primer Ministro: David Cameron (Líder del Partido Conservador)

Vice Primer Ministro: Nick Clegg (Líder del Partido Liberal Demócrata)

Ministro de Asuntos Exteriores y de la Commonwealth: Willian Hague (Conservador)

Ministro del Exchequer: George Osborne (Conservador)

Ministro del Tesoro: David Laws (Liberal demócrata)

Ministro de Empresas: Vince Cable (LD)

Ministro de Energía y Cambio Climático: Chris Huhne (LD)

Ministro para Escocia: Danny Alexander (LD)

Ministro de Defensa: Liam Fox (Conservador)

Ministra del Interior: Theresa May (Conservadora)

Ministro de Sanidad: Andrew Lansley (Conservador)

Ministro de Justicia: Ken Clarke (Conservador)

Ministro de Comunidades: Eric Pickles (Conservador)

Ministro de Trabajo y Pensiones: Ian Duncan Smith (Conservador)

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lunes, 10 de mayo de 2010

Las negociaciones políticas en el Reino Unido

Desde el pasado viernes, no ha habido fuerza humana que me despegue de la televisión, del internet y de los periódicos. 

Gracias a las redes sociales como twitter, a los blogs políticos de los periódicos más importantes del Reino Unido y a las transmisiones continuas de la BBC y Sky News sobre las negociaciones con miras al establecimiento del próximo gobierno británico, muchos hemos podido seguir de cerca lo que es sin duda uno de los momentos históricos más importantes para éste país. 

Desde 1974 no se había dado una situación en la que ningún partido lograra mayoría en el Parlamento. En ese entonces, el Partido Conservador no logró convencer a los liberales para que formaran una coalición y con tan sólo cuatro asientos más que los laboristas, los conservadores tuvieron que gobernar con la llamada figura del "parlamento en minoría".

Aún es pronto para saber hacia donde se inclinará la balanza. O en éste caso, qué decidirán hacer los copartidarios de Nick Clegg. Hasta hace unas horas todo parecía indicar que la alianza tories - liberales demócratas se concretaría pronto. 

Sin embargo, hace unos minutos, el aún Primer Ministro, Gordon Brown salió a declarar que estaba dispuesto a renunciar a su puesto, con tal de que las negociaciones con los liberales demócratas avanzaran hacia la constitución de lo que llamó "una alianza progresiva".

Aún cuando varios miembros del Partido Liberal Demócrata han dicho sentirse ideológicamente más cercanos a los laboristas, Clegg declaró que apoyaría al partido con la mayor cantidad de votos y la mayor cantidad de asientos. Fue por eso que las negociaciones iniciaron con un acercamiento entre Cameron y Clegg. 

Todo parecería indicar que la oferta de los conservadores no fue lo suficientemente buena y los liberales demócratas han decidido voltear hacia los laboristas. 

Sin duda, la decisión que Clegg y sus correligionario tienen en sus manos no es la más sencilla. De hecho, es complicadísima. Sin embargo, el tiempo apremia. Si los líderes no logran llegar pronto a un acuerdo, los mercados podrían comenzar a anticipar un escenario de inestabilidad política y ésto acabaría debilitando aún más a la libra esterlina.

Como decían algunos columnistas: ésta bien podría ser una situación de ensueño para los liberales demócratas, pero parece más bien una pesadilla. 

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domingo, 2 de mayo de 2010

Nick Clegg: el hombre que sacudió a la política británica

Hasta el pasado 15 de abril, Nick Clegg era un político más bien desconocido. Aunque desde diciembre del 2007 es líder del Partido Liberal Demócrata, sus declaraciones nunca se llevaban la nota de ocho columnas. Era casi imposible encontrar una foto de él en la primera plana de un diario de circulación nacional. Todo cambió a partir de las 20:30 horas del 15 de abril. Desde ese momento, Nick Clegg se convirtió en un político que muchos comenzaron a asociar con la posibilidad de cambiar las viejas prácticas políticas en el Reino Unido. Algunos incluso lo llegaron a apodar “el Obama británico”.

En realidad, ni él ni sus copartidarios se imaginaban que las cosas darían un giro tan espectacular. Dentro y fuera del Partido Liberal Demócrata, Vince Cable - el antecesor de Clegg- era mucho más popular y respetado que el líder actual. Cuando Clegg defendía la posición de los liberales demócratas en el Parlamento, los conservadores y los laboristas sonreían con una mezcla de burla y lástima; los enlaces en vivo de la BBC o Sky News volteaban la cámara a sus presentadores para que comentaran las propuestas de los dos grandes partidos.

Ese jueves por la noche, cuando bajó del escenario instalado al interior de los estudios televisivos de ITV en Manchester, estrechó la mano de David Cameron, líder de los conservadores, y la de Gordon Brown, líder de los laboristas y actual Primer Ministro. Clegg recuerda lo nervioso que seguía cuando comenzó a saludar los espectadores sentados en la primera fila. La llamada de Miriam, su esposa de origen español – y que no había podido volver al Reino Unido por las cenizas del volcán que había hecho erupción en Islandia - fue lo que le hizo caer en la cuenta de que había salido de las sombras.

“Estuviste espectacular”, le dijo. Los resultados de las encuestas confirmaron las palabras de Miriam.

Sondeos realizados por firmas como Ipsos Mori, ICM, ComRes y los principales medios de comunicación británicos, lo colocaron como el ganador del primer debate político televisado en la historia del Reino Unido.

Al día siguiente, las cosas habían cambiado completamente. Las solicitudes de acreditación de periodistas que deseaban viajar en el autobús de campaña amarillo incrementaron significativamente y el teléfono de su coordinador de campaña no dejaba de sonar. De pronto los autos que pasaban justo al autobús tocaban el claxon en señal de apoyo. Clegg había pasado, literalmente de la noche a la mañana, de ser un desconocido a ser casi un héroe nacional.

No sólo los diarios comenzaron a publicar en primera plana sus declaraciones y fotos estrechando la mano de la gente frente a supermercados, sino que los periódicos de corte derechista comenzaron a atacarlo sin compasión.

Diarios como el Daily Telegraph, Daily Mail y The Sun, que declararon abiertamente su apoyo a líder de los tories, buscaron por todos lados y descubrieron que había trabajado en Bruselas para una empresa de cabildeo político que representa intereses de firmas con “una mala imagen pública”. Además descubrieron que Clegg había eliminado deliberadamente su paso por ésta empresa de su curriculum publicado en el portal del Partido Liberal Demócrata.

También encontraron que donaciones para su partido fueron transferidas a su cuenta personal. Pero no pudieron con la “Cleggmanía”. Así que acudieron a golpes más bajos y desesperados como acusarlo de nazi y calificarlo como “poco británico”, por ser hijo de una holandesa y un británico de origen ruso.

Los ataques no lo debilitaron ni un poco. Al contrario, lo fortalecieron ante la parte del electorado británico que dice estar cansada de los políticos. Clegg y su partido se posicionaron como un grupo de gente distinta, que no se vio involucrada en el escándalo de los gastos parlamentarios del año pasado (aunque algunos liberales demócratas también arreglaron sus jardines con cargo al erario público).

Haber sido desconocidos por tanto tiempo, haber sido el tercer partido que nadie tomaba muy en serio, se había vuelto algo afortunado y positivo. Y lograron cambiar el curso de las campañas para siempre.

Un político muy europeo
Aunque haya sido comparado con Barak Obama, Nick Clegg dista de ser tan carismático como el actual Presidente de Estados Unidos. Como aseguraban varios columnistas, Clegg es de esos británicos “normales” con los que uno se pude cruzar por la calle sin prestarle mucha atención.

La comparación no viene por que la personalidad de Clegg y Obama sean similares, sino porque los dos fueron el factor sorpresa en una contienda cuyos resultados parecían estar previamente determinados. En el caso de Obama, el momento clave se dio en enero del 2008, cuando ganó inesperadamente el caucus de Iowa. En el caso de Clegg, fue el 15 de abril del 2010, cuando desbancó a David Cameron como el ganador del primer debate.

Hijo de madre holandesa y padre mitad británico, mitad ruso, el líder de los liberales demócratas podría bien ser uno de los políticos más pro europeos del Reino Unido. Tras haber estudiado Antropología Social en la Universidad de Cambridge, estudió Filosofía Política en la Universidad de Minnesota y después un máster en Asuntos Europeos en el Colegio Europeo de Bélgica.

Fue periodista financiero en Nueva York, en Londres y en Budapest y trabajó cinco años en la oficina del entonces vicepresidente de la Comisión Europea, Leon Brittan. Habla cinco idiomas con fluidez: inglés, español, holandés, francés y alemán.

Algunos críticos de Clegg señalan que al ser tan pro europeo, podría comenzar a impulsar políticas que históricamente han sido un tabú en el Reino Unido. Entre ellas, la adopción del euro como la moneda británica.

Pero el aproximadamente 30% de los electores que han mostrado su apoyo al líder de los liberales demócratas no parecen estar tan preocupados ni por el origen de Clegg ni por sus políticas pro europeístas. Mientras cumpla con acabar con el duopolio laborista – conservador, seguirán dándole su apoyo. Y así lo muestran las más recientes encuestas.

Aún cuando el ganador del tercer y último debate televisivo fue David Cameron, el porcentaje de apoyo a Clegg quedó casi intacto.

Hoy, a tres días de que se lleven a cabo los comicios, los resultados son más inciertos que nunca. Los liberales demócratas se lograron posicionar tan bien en el imaginario de los votantes que los laboristas ahora ocupan el tercer lugar en las preferencias y los conservadores se disputan el primer puesto con el partido al que nunca tomaron en serio.

Sólo resta ver si la “Cleggmanía” se traducirá en votos el próximo 6 de mayo. 

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