lunes, 28 de mayo de 2012
El Puente de los Perros Suicidas
sábado, 7 de abril de 2012
Lost in translarion (European version)
Para mí, correr es el momento ideal para pensar en cosas que quedaron pendientes, en cosas que mientras trabajas te parecen intrascendentes o simplemente en nada. Casi siempre prefiero la tercera opción.
Cuando logro no pensar en nada, corro mayores distancias. Cuando la mente está acelerada y se complica desconectar, suelo escoger partidos de fútbol o programas sobre corredores de maratones en ESPN para relajarme y no seguir pensando en la llamada que no me contestaron o en la nota que no pude acabar de redactar porque no me pasaron el documento que me habían prometido mis fuentes.
Aquella vez llegué pasadas las siete de la noche al gimnasio y tanto las escaladoras como las caminadoras frente a los canales deportivos estaban ocupadas. Así que escogí la que estaba vacía, sin pensar en nada más que descargar un poco la tensión que se me había acumulado por un largo día de trabajo.
Al comenzar a caminar para calentar, me di cuenta de que estaba frente a un canal de películas y estaban transmitiendo "Lost in translation" de Sofía Coppola. La primera vez que vi la película, no me gustó nada. Me la pasé traduciéndole a un ex novio con quién la vi, las partes en japonés que no estaban subtituladas.
Después, la volví a ver en algún viaje largo en avión y me pareció una película bastante buena.
Esta era la tercera vez que la vería, y aunque ya estaba empezada y seguramente terminaría de correr antes de que la película llegara a su fin, centré mi atención en la trama, que no escuchaba, porque corría al ritmo de la música de mi iPod vieja.
Al ver algunas escenas en las que Bill Murray filmaba comerciales del whiskey Suntory, no pude evitar recordar mis días en Londres, en los que trabajaba en la producción de documentales y programas de entretenimiento para canales de televisión japoneses.
Mientras corría, algún corredor que tenía sus audífonos puestos me volteaba a ver extrañado ante mis carcajadas. No podía evitar reír ante las situaciones absurdas que mostraba la película y de la cuales yo misma fui víctima en repetidas ocasiones.
En la película hay una escena en la que el director del comercial le pide a Murray que sea "más intenso" en sus expresiones. Murray no entendía a que se refería e intentaba hacer lo que para él eran expresiones "intensas". Para la traductora que también era japonesa, era lógico lo que el director quería decir con "intenso", por lo que tampoco le sabía explicar exactamente qué es lo que se esperaba de él.
Inevitablemente pensé en esos choques culturales que no en pocas ocasiones se presentaron en las filmaciones que me había tocado coordinar.
Recuerdo que por allá del 2008, estábamos en un pequeño poblado como a una hora y media de Amsterdam, grabando un programa para niños sobre un deporte holandés que consiste en saltar con varas largas de madera y pasar de un lado a otro de los canales. Claramente es un deporte que sólo se practica en Holanda y el director había decidido que los conductores del programa - unos comediantes medianamente famosos - intentaran competir en uno de sus campeonatos regionales como parte del show.
Fueron días larguísimo de filmación, sobre todo porque ya era verano y el sol se ocultaba como hasta las 20:30. Comenzábamos a eso de las 5:00 de la mañana y apenas y parábamos a comer algo. Casi a diario, volvíamos al hotel pasadas las 22:00.
El problema surgió cuando el chofer que se encargaba de trasladar a todo el equipo decidió que no quería seguir con jornadas tan largas. Decía que no estaba dispuesto a manejar cansado. Un choque claro de culturas. Para los japoneses era lógico trabajar mientras el sol se los permitiera y no entendían cuál era el problema si le tarifa del conductor era por hora. Si trabajaba 15 horas, se le pagarían las 15. Para el holandés, era casi una violación a sus derechos laborales. Cuando amenazó con irse con la camioneta sin todos nosotros, tuve que acercarme a explicarle al director que en Europa, era importante intentar mantenerse dentro de las 8 horas de trabajo y que el chofer estaba apunto de dejarnos botados en medio de la nada si no nos íbamos ya. Afortunadamente el director entendió la situación y me pidió que le diera una hora más y nos podíamos retirar un par de horas antes de lo previsto.
En su momento, casi lloro de la impotencia de no poder hacer nada contra un holandés que había decidido tomar el control de cuándo empezar y cuándo terminar las filmaciones de los japoneses. Yo estaba en medio de dos culturas: la japonesa y la holandesa, e intentaba conciliarlas sin ser europea y sin haber convivido con los japoneses en los últimos 15 años de mi vida.
Ahora, mientras corría y veía esas escenas de los japoneses sufriendo porque Murray no entendía a qué se referían cuando le decían que fuera más "intenso", no podía dejar de reír. Después me puse a pensar cómo fue que habíamos logrado sacar adelante tantos rodajes con británicos, españoles, franceses, finalndeses, entre otras nacionalidades con culturas muy distintas a los japoneses. (Cada uno tuvo sus pequeños puntos de tensión.)
No hay nada como recordar las dificultades que tuvimos que enfrentar en un momento dado y poder reírnos a la distancia. Por lo menos, en la media hora en la que estuve corriendo, pude ver las cosas en perspectiva y relajarme más que de costumbre ante las pequeñas dificultades que ahora tengo que enfrentar viviendo en México :)
jueves, 23 de junio de 2011
A unos días del año
Para el miércoles 23 de junio, mi habitación al norte de Londres lucía vacía. Únicamente había conservado un cobertor para verano y las tres almohadas sin fundas. La mayoría de los cajones ya no tenían nada dentro y la poca ropa que conservé, estaba doblada y acomodada en alguna de las dos maletas. Fue, por primera vez en cuatro años, un verano cálido y sofocante.
Podía dormir con las ventanas abiertas y sólo cuando los vecinos regresaban muy tomados y cantaban a todo volumen o comenzaban a patear latas de cerveza o a romper botellas de vidrio, decidía cerrar la ventana para poder dormir las pocas horas sin luz, pues a las cuatro de la mañana, el sol me obligaba a abrir los ojos y salir de la cama empapada en sudor.
La decisión de dejar Londres la había tomado desde inicios de marzo. No veía futuro en el trabajo en el que había estado por tres años y ninguna solicitud de empleo había sido respondida. Aún así entregué mi renuncia el 15 de marzo. Le di dos meses más a la vida y a mi suerte y ante la falta de respuesta, en mayo compré el boleto de vuelta a la Ciudad de México con fecha de llegada para el 25 de junio.
No fue sino unos días antes de mi partida, cuando fui con Zoi - mi compañera de piso - a Hampstead Heath a tomar el sol y a charlar, que me di cuenta de lo que estaba dejando atrás. Amigos, espacios, sensaciones, lugares, recuerdos. Aún así, no había marcha atrás. Había aceptado una oferta de trabajo en México que sonaba mucho más prometedora que mi labor de productora en una empresa de ocho personas sin ninguna posibilidad de trascender de alguna manera.
Los primeros nueve meses en el DF, me sentí fuera de lugar todos los días. Despertaba y veía colgado en mi pared un póster con la foto del Parlamento británico y suspiraba o se me corrían las lágrimas. Sentía que la Hanako que había construido a punta de vivencias y experiencias en Londres estaba en riesgo de desaparecer por vivir en una ciudad a la que no acababa de entender y por los códigos de convivencia que había dejado guardados en un cajón cuya llave no lograba encontrar.
Extrañaba - y aún extraño, para ser sincera - los parques londinenses a los que me iba los fines de semana o incluso entre semana cuando salía temprano de trabajar. Recuerdo que me acostaba en el césped y me ponía a ver el cielo de verano y eso era suficiente para recargarme de buenas energías y ganas de seguir luchando por mantener una vida por la que había trabajado durante los últimos años. En invierno, me refugiaba en casa de los amigos o compraba boletos baratos de avión y me escapaba a Portugal, España o Turquía, sola o con compañía.
Tomaba mucho te negro sin que eso me causara dolores de estómago y disfrutaba ver a mis compañeras cocinar pasteles de ciruelas o plátano. Los domingos, casi siempre bajaba a la tienda de abarrotes atendida por un señor pakistaní que siempre me preguntaba mi nombre, a comprar The Observer y dedicaba mis tardes únicamente a leer periódicos o libros en inglés o español. Me iba caminando a cualquier sitio que estuviera a menos de media hora. Era capaz de percibir detalles minúsculos en la vida diaria que aún me sorprenden al leerlos en mis notas.
Los primeros nueve meses en el DF, me la pasé prácticamente recluida en mi misma, con pocos amigos a los que les confiaba lo que realmente sentía. Pocos comprendían por lo que pasaba, y por ello, fueron cada vez menos a los que me acercaba en mis momentos de nostalgia. Prefería, entonces, leer mis notas, o escuchar música que me transportara aunque fuera unos minutos a los recuerdos que cada vez son menos palpables.
Pero como dice el dicho popular que a mi madre le encanta repetir: "el tiempo lo cura todo". Aún me siento un poco perdida en esta caótica ciudad y todavía hay días en los que me gusta estar sola y decir no a todas las invitaciones pese a que en realidad no tengo nada que hacer más que estar conmigo. Poco a poco me he logrado sentir más reconciliada con los rincones que había dejado de frecuentar por mi prolongada ausencia.
Definitivamente, la Hanako de Londres aquí no existe ni puede existir. Existe una diferente, con otras vivencias y otras necesidades.
Los días pasan y cada vez pienso menos en la capital británica con todos sus olores, ruidos, colores y climas lluviosos. Pero aún mantengo la esperanza de algún día regresar para redescubrir a esa Hana que no ha podido salir en un año.
jueves, 28 de abril de 2011
Londres: cada vez más impagable
Photo by: Kaddy64 |
viernes, 25 de marzo de 2011
La crisis financiera en el Reino Unido
La coyuntura diaria en México me deja, casi siempre, sin tiempo de leer y enterarme como quisiera del acontecer británico.
En días pasados, el gobierno conservador de David Cameron - en alianza con los liberales demócratas de Clegg - anunció recortes presupuestarios no vistos en más de cinco décadas.
Este video ilustra bien cómo están las cosas por allá.
http://www.guardian.co.uk/society/video/2011/mar/24/cuts-both-ways-alternatives
Este gráfico explica a detalle, cuáles son las consecuencias de los recortes (como siempre, los más pobres serán los más afectados...)
http://www.guardian.co.uk/uk/interactive/2011/mar/24/budget-2011-how-it-affects-you
jueves, 26 de agosto de 2010
Promesas incumplidas...
El cambio de ciudad y el regreso al país en el que nací, me han hecho pensar que debería de clausurar un espacio que me ayudó a publicar las reflexiones que pasaban por mi mente mientras vivía en Londres.
Aunque me prometí contar las historias que me tocó atestiguar durante mi estancia en tierras británicas, lo cierto es que no alcancé a redactarlas en su totalidad. Aún tengo un puñado de cosas que contar. Están apuntadas en mis libretas y en mis cuadernos de viaje en espera de ser publicadas en este espacio con audiencias reducidas.
Anoto esta explicación por si alguien pasa por este blog y se pregunta por qué se sigue llamando igual y sigue sólo contando historias relacionadas con el Reino Unido.
Buscaré cumplir con las promesas que me hice de contar historias como extranjera y observadora de una cultura que no es la mía. Leia Mais…
sábado, 7 de agosto de 2010
El largo y difícil camino de vuelta a casa