Una de las historias más bizarras sobre las que trabajé e
investigué de manera profesional ha sido sin duda la de un puente en Escocia
del cual se lanzaban los perros y morían. Un documental del Canal 5 del Reino
Unido lo bautizó como “Suicide Dog Bridge”, o sea, el puente de perros
suicidas.
Cuando fue anotado en el pizarrón de los temas a investigar
y a preparar para una posible filmación que se transmitiría como parte de un
programa de esoterismo en Japón (conducido por un travesti cuya cabellera
estaba teñida de rubio y era respetado por su gran nivel intelectual), puse esa
expresión de cuando no sé si reírme o tomarme en serio las cosas que me están
diciendo.
Tuve que llamar a una congregación religiosa que tenía su
sede justo al lado del puente de donde misteriosamente saltaban los perros. Me
sorprendió la seriedad con la que me respondió el hombre que había sido
designado como vocero y cómo se tomó su tiempo para contestar una serie de
preguntas que se me habían asignado por parte del equipo de producción desde
Japón, con base en las cuales decidirían si viajar a Escocia o mandarnos a
nosotros a filmar ciertas escenas que insertarían en una cápsula sobre
episodios misteriosos en el extranjero.
Recuerdo que además de las respuestas del reverendo,
enviamos una copia del documental del Canal 5 y una serie de artículos
periodísticos que habían sido publicados años atrás, con entrevistas con dueños
de perros que se “habían suicidado”.
Con base en toda esa información, los japoneses decidieron
viajar a Overtoun Bridge (así se llamaba el famoso puente “mata perros”)
acompañados de Natsuko, quien fue designada productora de dicha producción y
Bruno, un conductor simpático y risueño (que decía hablar algo de castellano por
haber vivido un par de meses en España) de origen sudafricano e israelí.
Para mí, el puente de los perros suicidas se convirtió en
una anécdota que utilizaba cuando quería hacer reír a amigos con alguna
historia rara y curiosa. A uno en particular le fascinaba que le contara la
historia una y otra vez, porque odiaba a los perros que le ladraban mientras
corría en los parques.
“Dime exactamente dónde es para que me lleve a todos los
perros que me ladran al verme correr”, me decía.
En realidad nunca me tomé en serio ni esa ni otras historias
del mismo estilo. Por ejemplo, la de una silla que supuestamente estaba en un
pub en el norte de Inglaterra. La leyenda decía que tenía una maldición y si te
sentabas en ella, morías en los próximos cinco días.
Hoy está en un museo de un pequeño pueblo y está colgada del
techo para que nadie descanse en ella.
Para ese tema, llamé como a 30 pubs para investigar si
conocían a algún descendiente de las personas
que supuestamente habían muerto por sentarse en ella.
Lo que me sorprendía siempre al investigar sobre estos temas,
era que podías encontrar documentos antiguos sobre estas leyendas. Era una de
las cosas típicas de los ingleses. Archivaban todo y tenían hasta muestras de
semillas de trigo utilizadas en la primera guerra mundial guardadas en latas de
leche en polvo de la época.
Historias como las del puente de los perros suicidas y la
silla maldita fascinaban a los japoneses, pues ellos mismos tienen un sinfín de
historias de terror y de misterios. (Sólo así se puede explicar que el programa
que era conducido por el travesti rubio hubiera durado ya unos cinco años al
aire.)
No tengo idea si los perros se siguen suicidando en el
Overtoun Bridge o no.
Tan
solo me gusta recordar el tipo de historias sobre las que investigaba mientras
trabajaba en Londres, cuando de pronto me tomo la vida demasiado en serio.