La gente se acerca curiosa por el nombre y ojea el catálogo de los “libros” disponibles para esa tarde. Homosexual, vegana, musulmán, lesbiana, gitano, travesti, madre adolescente (y soltera), profesor de baile, enferma con esclerosis múltiple y monja son sólo algunos de los “títulos” disponibles para su préstamo.
Esta no es una biblioteca común y corriente, con libros de Dostoievski, García Márquez, o Cervantes en sus estantes. El objetivo tampoco es promover la lectura entre los asistentes. La Biblioteca Viviente, que fue creada en el 2000, trata de impulsar la eliminación de estereotipos y prejuicios. Por eso, ofrece a préstamo a los representantes de grupos minoritarios.
Las reglas son simples: escoger del catálogo el “libro” que se desee consultar y sentarse con él a platicar por un máximo de 20 minutos. No hay reglas en cuanto al tipo de preguntas que se pueden hacer. La idea es preguntar todo lo que se desee con el fin de ofrecer información de primera mano sobre personas que son consideradas “raras” por la sociedad.
Este concepto se originó en Copenhague, Dinamarca. Tras haber sido testigos de un ataque de violencia contra un amigo, que fue motivado por cuestiones raciales, Dany Abergel, Asma Mouna, Christoffer Erichsen, Thomas Bertelsen y Ronni Abergel decidieron idear algo que ayudara a acabar con las creencias preconcebidas que tiene la gente sobre los miembros de grupos minoritarios.
Después de analizar las posibles causas de la existencia de los prejuicios y los estereotipos, concluyeron que la ignorancia juega un papel importante y decidieron tratar de acabar con ella a través del ofrecimiento de oportunidades para platicar directamente con las personas “diferentes”.
La primera Biblioteca Viviente de la historia fue instalada en el año 2000 como parte del Festival de Música de Roskilde de Dinamarca, con una lista de 75 “libros”. Desde ese entonces, se han instalado ya más de 120 Bibliotecas Vivientes alrededor del mundo incluyendo a países como Estados Unidos, Japón, Alemania, Finlandia, Suecia, Noruega, Hungría, España, Australia, Gran Bretaña, Canadá, entre otros.
Una de las muchas versiones de la Biblioteca Viviente fue instalada en octubre del año pasado en la segunda ciudad más grande de Finlandia: Tampere. Los organizadores aprovecharon el Festival de Malabares y Payasos que se llevó a cabo en esta ciudad, y decidieron instalarse en uno de los salones de la escuela que fue anfitriona del festival.
Entre sus libros, estaban Mustafá, inmigrante turco de 43 años y Mina, una chica lesbiana de 19 años que hace poco había decidido salir del clóset.
Mustafá
Mustafá llegó a Finlandia en la década de los 80, cuando las empresas de comunicación celular comenzaban a crecer en los países escandinavos. En Turquía, leyó en los clasificados de un periódico que estaban solicitando mano de obra para las fábricas de los teléfonos móviles de Finlandia. Un par de meses después, decidió dejar su país en busca de mejores ingresos y oportunidades de crecimiento profesional.
“En esa época daban las visas de residentes mucho más fácil que ahora y como requerían de mano de obra calificada y barata, la visa me la dieron rápidamente. Desde ese entonces soy residente legal”, explicó con un tono formal mientras se acomodaba la corbata de su traje verde que utiliza para ocasiones especiales.
Decidió participar en esta versión de la Biblioteca Viviente, pues había notado que la discriminación contra los musulmanes ha aumentado sustancialmente desde los ataques terroristas del 11 de septiembre.
“Siento que aún en ciudades como Tampere, donde desde hace varias décadas vive población árabe y musulmana, la gente se te queda viendo en la calle con una mirada como de miedo.
“Yo estoy casado con una mujer finlandesa que decidió convertirse al Islam, por lo que se podría decir que me he adaptado muy bien a la sociedad. Pero no puedo evitar notar que hay mucho desconocimiento ante nuestra gente y nuestra religión”, detalló.
Durante su participación como libro, tuvo que responder a preguntas como: “¿Es cierto que todos los musulmanes son terroristas en potencia?” o escuchar afirmaciones de niños que le comentaron sin tapujos que les daba miedo que los musulmanes que iban por las calles trajeran bombas en sus portafolios.
Ninguno de estos comentarios cambió el semblante tranquilo de Mustafá.
“Estoy acostumbrado a escuchar este tipo de cosas. Pero por eso estoy aquí, para que un musulmán les puedan explicar que nuestra religión es tan respetuosa como las demás y que los terroristas son sólo unos pocos radicales que no nos representan en absoluto”, afirmó.
Mina
Su decisión de salir del clóset no fue fácil. Tuvo que pensarlo 4 años antes de confesárselo a sus padres y a sus amigos más cercanos. A su abuelita no piensa decírselo nunca.
“Cada vez que me pregunta por qué es que no he tenido novio, le digo que sí he tenido pero que no me gusta llevarlos a casa”, comentó.
Contó que cuando decidió confesar sus preferencias sexuales a sus padres, le sorprendió la manera tan tranquila con la que lo tomaron. Pero también le sorprendió que cuando le platicó a sus amigas más cercanas, dos de ellas decidieron dejar de dirigirle la palabra.
Detalles como estos fueron los que tuvo que contar una y otra vez cuando la pedían prestada niños de 10 a 12 años acompañados por sus padres, y cuando un chico homosexual le pidió su consejo sobre la mejor manera de comunicar a sus padres sobre sus preferencias sexuales.
“Creo que es importante que la gente tenga la oportunidad de preguntarme sobre lo que se le ocurra, porque así la próxima vez que conozcan a una lesbiana, en lugar de pensar en todos los estereotipos negativos que se nos atribuyen, recordarán que en realidad somos como cualquier otra persona”, señaló cansada, pues fue uno de los libro más solicitados.
Esta no fue la primera vez que Mina participaba en una Biblioteca Viviente. También se ofreció como voluntaria en la Biblioteca que se instaló el año pasado en Helsinki.
http://living-library.org/index.html
Esta no es una biblioteca común y corriente, con libros de Dostoievski, García Márquez, o Cervantes en sus estantes. El objetivo tampoco es promover la lectura entre los asistentes. La Biblioteca Viviente, que fue creada en el 2000, trata de impulsar la eliminación de estereotipos y prejuicios. Por eso, ofrece a préstamo a los representantes de grupos minoritarios.
Las reglas son simples: escoger del catálogo el “libro” que se desee consultar y sentarse con él a platicar por un máximo de 20 minutos. No hay reglas en cuanto al tipo de preguntas que se pueden hacer. La idea es preguntar todo lo que se desee con el fin de ofrecer información de primera mano sobre personas que son consideradas “raras” por la sociedad.
Este concepto se originó en Copenhague, Dinamarca. Tras haber sido testigos de un ataque de violencia contra un amigo, que fue motivado por cuestiones raciales, Dany Abergel, Asma Mouna, Christoffer Erichsen, Thomas Bertelsen y Ronni Abergel decidieron idear algo que ayudara a acabar con las creencias preconcebidas que tiene la gente sobre los miembros de grupos minoritarios.
Después de analizar las posibles causas de la existencia de los prejuicios y los estereotipos, concluyeron que la ignorancia juega un papel importante y decidieron tratar de acabar con ella a través del ofrecimiento de oportunidades para platicar directamente con las personas “diferentes”.
La primera Biblioteca Viviente de la historia fue instalada en el año 2000 como parte del Festival de Música de Roskilde de Dinamarca, con una lista de 75 “libros”. Desde ese entonces, se han instalado ya más de 120 Bibliotecas Vivientes alrededor del mundo incluyendo a países como Estados Unidos, Japón, Alemania, Finlandia, Suecia, Noruega, Hungría, España, Australia, Gran Bretaña, Canadá, entre otros.
Una de las muchas versiones de la Biblioteca Viviente fue instalada en octubre del año pasado en la segunda ciudad más grande de Finlandia: Tampere. Los organizadores aprovecharon el Festival de Malabares y Payasos que se llevó a cabo en esta ciudad, y decidieron instalarse en uno de los salones de la escuela que fue anfitriona del festival.
Entre sus libros, estaban Mustafá, inmigrante turco de 43 años y Mina, una chica lesbiana de 19 años que hace poco había decidido salir del clóset.
Mustafá
Mustafá llegó a Finlandia en la década de los 80, cuando las empresas de comunicación celular comenzaban a crecer en los países escandinavos. En Turquía, leyó en los clasificados de un periódico que estaban solicitando mano de obra para las fábricas de los teléfonos móviles de Finlandia. Un par de meses después, decidió dejar su país en busca de mejores ingresos y oportunidades de crecimiento profesional.
“En esa época daban las visas de residentes mucho más fácil que ahora y como requerían de mano de obra calificada y barata, la visa me la dieron rápidamente. Desde ese entonces soy residente legal”, explicó con un tono formal mientras se acomodaba la corbata de su traje verde que utiliza para ocasiones especiales.
Decidió participar en esta versión de la Biblioteca Viviente, pues había notado que la discriminación contra los musulmanes ha aumentado sustancialmente desde los ataques terroristas del 11 de septiembre.
“Siento que aún en ciudades como Tampere, donde desde hace varias décadas vive población árabe y musulmana, la gente se te queda viendo en la calle con una mirada como de miedo.
“Yo estoy casado con una mujer finlandesa que decidió convertirse al Islam, por lo que se podría decir que me he adaptado muy bien a la sociedad. Pero no puedo evitar notar que hay mucho desconocimiento ante nuestra gente y nuestra religión”, detalló.
Durante su participación como libro, tuvo que responder a preguntas como: “¿Es cierto que todos los musulmanes son terroristas en potencia?” o escuchar afirmaciones de niños que le comentaron sin tapujos que les daba miedo que los musulmanes que iban por las calles trajeran bombas en sus portafolios.
Ninguno de estos comentarios cambió el semblante tranquilo de Mustafá.
“Estoy acostumbrado a escuchar este tipo de cosas. Pero por eso estoy aquí, para que un musulmán les puedan explicar que nuestra religión es tan respetuosa como las demás y que los terroristas son sólo unos pocos radicales que no nos representan en absoluto”, afirmó.
Mina
Su decisión de salir del clóset no fue fácil. Tuvo que pensarlo 4 años antes de confesárselo a sus padres y a sus amigos más cercanos. A su abuelita no piensa decírselo nunca.
“Cada vez que me pregunta por qué es que no he tenido novio, le digo que sí he tenido pero que no me gusta llevarlos a casa”, comentó.
Contó que cuando decidió confesar sus preferencias sexuales a sus padres, le sorprendió la manera tan tranquila con la que lo tomaron. Pero también le sorprendió que cuando le platicó a sus amigas más cercanas, dos de ellas decidieron dejar de dirigirle la palabra.
Detalles como estos fueron los que tuvo que contar una y otra vez cuando la pedían prestada niños de 10 a 12 años acompañados por sus padres, y cuando un chico homosexual le pidió su consejo sobre la mejor manera de comunicar a sus padres sobre sus preferencias sexuales.
“Creo que es importante que la gente tenga la oportunidad de preguntarme sobre lo que se le ocurra, porque así la próxima vez que conozcan a una lesbiana, en lugar de pensar en todos los estereotipos negativos que se nos atribuyen, recordarán que en realidad somos como cualquier otra persona”, señaló cansada, pues fue uno de los libro más solicitados.
Esta no fue la primera vez que Mina participaba en una Biblioteca Viviente. También se ofreció como voluntaria en la Biblioteca que se instaló el año pasado en Helsinki.
http://living-library.org/index.html
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