Hablar sobre el papel del Reino Unido en la Unión Europea siempre ha sido un tema controvertido.
Si bien el Reino Unido es parte de los miembros antiguos de esta agrupación de Estados, en su momento llevó a cabo esfuerzos por generar un contrapeso político y económico con la creación de la Asociación Europea de Libre Comercio. A pesar de esto, la AELC tuvo poco éxito y finalmente en 1973 decidió unirse a lo que en ese entonces se conocía como la Comunidad Económica Europea.
En realidad, nunca han cesado las voces en contra de la membresía del Reino Unido a la Unión Europea ni las opiniones de aquellos que piden un papel mucho más activo en la determinación de las políticas del continente.
Con la ratificación del Tratado de Lisboa y la inminente llegada del Partido Conservador al poder, se abrió de nuevo la puerta al debate sobre el papel que los británicos juegan en esta asociación del países.
David Cameron, actual líder de los conservadores, había prometido llevar a cabo un referendum sobre el Tratado de Lisboa, en caso de que este acuerdo siguiera en proceso de ratificación cuando él llegara al poder. El pasado 3 de noviembre, con la ratificación por parte de la República Checa, el Tratado de Lisboa entró en vigor, y Cameron tuvo que salir a anunciar en cadena nacional que no convocaría a ningún referendum.
En su discurso se pronunció por recuperar la soberanía británica, que de acuerdo con los conservadores, se perdió desde la época de Blair.
Este debate sobre la soberanía perdida y las opiniones de los conservadores sobre cómo el Reino Unido ha dado demasiado a la UE sin recibir poco o nada a cambio no es algo nuevo.
En 1984, cuando se estaba definiendo la Política Agrícola Común (CAP por sus siglas en inglés), Margaret Thatcher presionó para que el monto que los británicos asignarían a un fondo agrícola común fuera menor al de Francia, ya que la cantidad que recibiría de vuelta iba a ser menor a la que estaba entregando. Los ingenieros que diseñaron el sistema de distribución de recursos aseguraban que el Reino Unido no podía recibir más que Francia dada la extensión dedicada a la agricultura en territorio británico.
Así, los conservadores han mantenido una política de reticencia hacia la Unión Europea en estos 36 años. Si bien los laboristas tampoco han logrado una participación mucho más activa del Reino Unido en esta agrupación, pese a la importancia política y económica de la isla, caminar en dirección contraria a las tendencias que ha marcado la evolución histórica de la UE sería un retroceso que iría en detrimento del propio Reino Unido.
De acuerdo con reportes del Banco Central Europeo y algunas otras firmas de consultoría financiera, la recuperación de Francia y Alemania ayudará a que el resto de las economías integradas a la moneda común avancen hacia la misma dirección. Por su parte, la economía del Reino Unido sigue sin dar señales de recuperación. Los encabezados de la semana pasada indicaban que la economía británica había dejado de perder empleos, pero no se hablaba tampoco de la creación de nuevos. Los anuncios de despidos masivos de bancos como Lloyds (que despedirá a 10 mil) y de HSBC (que eliminará más de 1500 puestos) no son señales alentadoras para el futuro de este país.
Al parecer la llegada de los conservadores es inevitable y de acuerdo con los resultados de las elecciones locales y para el Parlamento Europeo que se llevaron el pasado junio, los laboristas podrían perder una cantidad importante de curules. Será interesante ver cómo se va perfilando la política exterior británica con respecto a Europa, una vez los conservadores lleguen al poder. Aunque al parecer, no habrá nada nuevo en el horizonte.
Si bien el Reino Unido es parte de los miembros antiguos de esta agrupación de Estados, en su momento llevó a cabo esfuerzos por generar un contrapeso político y económico con la creación de la Asociación Europea de Libre Comercio. A pesar de esto, la AELC tuvo poco éxito y finalmente en 1973 decidió unirse a lo que en ese entonces se conocía como la Comunidad Económica Europea.
En realidad, nunca han cesado las voces en contra de la membresía del Reino Unido a la Unión Europea ni las opiniones de aquellos que piden un papel mucho más activo en la determinación de las políticas del continente.
Con la ratificación del Tratado de Lisboa y la inminente llegada del Partido Conservador al poder, se abrió de nuevo la puerta al debate sobre el papel que los británicos juegan en esta asociación del países.
David Cameron, actual líder de los conservadores, había prometido llevar a cabo un referendum sobre el Tratado de Lisboa, en caso de que este acuerdo siguiera en proceso de ratificación cuando él llegara al poder. El pasado 3 de noviembre, con la ratificación por parte de la República Checa, el Tratado de Lisboa entró en vigor, y Cameron tuvo que salir a anunciar en cadena nacional que no convocaría a ningún referendum.
En su discurso se pronunció por recuperar la soberanía británica, que de acuerdo con los conservadores, se perdió desde la época de Blair.
Este debate sobre la soberanía perdida y las opiniones de los conservadores sobre cómo el Reino Unido ha dado demasiado a la UE sin recibir poco o nada a cambio no es algo nuevo.
En 1984, cuando se estaba definiendo la Política Agrícola Común (CAP por sus siglas en inglés), Margaret Thatcher presionó para que el monto que los británicos asignarían a un fondo agrícola común fuera menor al de Francia, ya que la cantidad que recibiría de vuelta iba a ser menor a la que estaba entregando. Los ingenieros que diseñaron el sistema de distribución de recursos aseguraban que el Reino Unido no podía recibir más que Francia dada la extensión dedicada a la agricultura en territorio británico.
Así, los conservadores han mantenido una política de reticencia hacia la Unión Europea en estos 36 años. Si bien los laboristas tampoco han logrado una participación mucho más activa del Reino Unido en esta agrupación, pese a la importancia política y económica de la isla, caminar en dirección contraria a las tendencias que ha marcado la evolución histórica de la UE sería un retroceso que iría en detrimento del propio Reino Unido.
De acuerdo con reportes del Banco Central Europeo y algunas otras firmas de consultoría financiera, la recuperación de Francia y Alemania ayudará a que el resto de las economías integradas a la moneda común avancen hacia la misma dirección. Por su parte, la economía del Reino Unido sigue sin dar señales de recuperación. Los encabezados de la semana pasada indicaban que la economía británica había dejado de perder empleos, pero no se hablaba tampoco de la creación de nuevos. Los anuncios de despidos masivos de bancos como Lloyds (que despedirá a 10 mil) y de HSBC (que eliminará más de 1500 puestos) no son señales alentadoras para el futuro de este país.
Al parecer la llegada de los conservadores es inevitable y de acuerdo con los resultados de las elecciones locales y para el Parlamento Europeo que se llevaron el pasado junio, los laboristas podrían perder una cantidad importante de curules. Será interesante ver cómo se va perfilando la política exterior británica con respecto a Europa, una vez los conservadores lleguen al poder. Aunque al parecer, no habrá nada nuevo en el horizonte.
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